lunes, 15 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 13 de agosto del 2011


11-08-13.
SÁBADO XIX. Mt 19, 13-15.

Deja que tu yo niño, se acerque a Jesús

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. El fragmento del Evangelio que hoy meditamos es tan corto y tan expresivo, que vale la penar ponerlo íntegro sin más comentarios: “En aquel tiempo, le acercaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: “Déjenlos, no impidan a los niños acercarse a Mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos”. Les impuso las manos y se marchó de allí.”

MEDITAR: Es de llamar la atención que sean los discípulos los que no dejan que los niños se acerque a Jesús. Se entiende porque ellos le querían mucho y lo reverenciaban. Le tenían mucho aprecio y querían aprender de Él. Por lo mismo consideraban que Él no debería perder el tiempo con “niñerías” y mucho menos con los niños y niñas que se le acercaban. Nosotros muchas veces nos parecemos a ellos y no sólo no dejamos que los niños(as) se acerquen a Él, sino que incluso impedimos que “nuestro yo niño(a)” se acerque a Él. Ponemos un gesto adusto, ponemos una máscara para ocultar que en nuestra infancia, además de los momentos alegres, también hubo algunos o muchos difíciles. Los años nos han hecho ser complejos y dejamos de ser sencillos. Jesús es el Hombre-Dios para todos, en particular para los más pequeños, sencillos y débiles. Seamos sencillos ante Dios y veamos cómo Jesús nos llama para que le entreguemos a Él, también nuestro “yo niño”, con toda mi historia, con todo mi pasado, para que ya no sea mi historia, sino “nuestra historia”, la de Él que me redime y la mía que soy redimido. Así se realiza en mí, mi historia personal de Salvación.

Jesús nunca olvidó que fue niño, esa etapa de su vida es parte de su identidad. Él guardaba el recuerdo de su hogar de Nazaret y de todo lo que aprendió de María su Madre y de san José, su padre adoptivo. Recordaba los momentos en que con Ellos acudía a la Sinagoga y las veces que peregrinó a Jerusalén. Los recuerdos de su infancia eran bellos: Pero también recordaba cómo, según la costumbre de la época los niños no eran tomados en cuenta. Además Él, junto con sus padres, había sido migrante, había vivido situaciones de extrema pobreza y desde su infancia sabía que había quienes lo querían matar. Tanto los recuerdos gratos, como los difíciles estaban en su memoria. Por eso quiso acercar el amor de Dios a los más pequeños. Si eran felices, para que lo fueran más y si en su corazón infantil había pena, tristeza o dolor, para llevarles consuelo, fortaleza, alegría y su amor.

Él sabía del sufrimiento de los pequeños y también sabía del amor de su familia y de su Padre Dios. Estaba consciente de muchos niños y niñas, y personas adultas hoy, incluso ancianas, nunca tendrían una infancia plenamente feliz. Por eso, Jesús  como infante, atento a su misión salvífica y redentora, desde su propia experiencia y dolor, redime el “corazón del pequeño” que sufre y el “corazón de niño” del adulto que guarda alguna pena o congoja desde su infancia. El Señor Jesús, a todos lleva el amor de su Padre Dios.

ORAR: Señor Jesús, Tú lo sabes: por más años que tenga una persona, siempre llevamos en nuestro ser, el “corazón de un(a) niño(a)”, que requiere de tu amor. Para Ti todo es un eterno presente y hoy puedes sanar las heridas que llevo en mi “corazón de niño(a)”. Hoy me puedo reconocer, profundamente amado(a) por Ti, desde las etapas más tempranas de mi vida. Me puedo sentir perdonado(a) por Ti y experimentar purificados: mi mente, mi corazón y mi cuerpo de lo que ocurrió en mi infancia. También me reconozco capaz de perdonar en tu nombre, Jesús, a quienes me hicieron dañó, me abandonaron o me rechazaron.

Señor Tú lo puedes todo, por eso te pido que me purifiques, me renueves, me sanes y santifiques, de tal manera que “mi yo niño(a)” tenga paz y pueda sonreír de felicidad por contar Contigo y con tu amor.

CONTEMPLAR: La expresión del Señor Jesús en la que nos exhorta a que nos hagamos como niños para entrar en el Reino de Cielos, también lo podríamos entender como que: es necesario que dejemos que Él reine totalmente en todas las etapas de nuestra vida, de tal modo que no haya resquicio ni rescoldo en nuestra vida que nos impida experimentar su amor que nos hace hijos de Dios.

Puede ser que nos cueste trabajo reconocer, que necesitamos que Jesús reine también en nuestros recuerdos de la infancia, en todo nuestro ser, incluido nuestro “yo niño”. El reto de hoy es dejar que el amor de Dios sane nuestras heridas de la infancia y experimentemos la paz y la fortaleza que Él nos da. No forcemos situaciones pero si sentimos que alguna lágrima quiere brotar, dejémosla correr.

ACTUAR: Abierto mi “corazón de niño(a)” a Jesús, dejaré que su alegría brote de manera más espontánea en mí, le daré las gracias por lo que hace en mi vida y procuraré poner mayor atención a los niños(as) que se acerquen a mí, para hablarles de Dios y llevarlos a Jesús.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

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