lunes, 29 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 28 de agosto del 2011


11-08-28. Domingo XXII.
Mt 16, 21-27.

Persevera haciendo el bien

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER: San Pedro expresa “un buen deseo a Jesús”, que Dios le evite “el dolor” de entregar su vida por los demás. El Señor Jesús rechaza a Pedro, pues a pesar de “su buena intención”, está colaborando (aún inconscientemente) con el padre de la mentira, por lo que le dirá a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar, tú piensas como los hombres, no como Dios!” Luego el mismo Jesús invitará a sus discípulos a seguirlo, a negarse a sí mismos, para encontrarse a sí mismos.

Al final aparece el texto bíblico para quien lo quiera consultar

MEDITAR: Tres paradojas: 1.- Pedro que acaba de ser ensalzado, por sus palabras y acciones “sobre esta roca edificaré mi Iglesia”, ahora es recriminado. “apártate de Mí”. 2.- Para seguir a Jesús, hay que “tomar la propia cruz” y 3.- Hay que “perder” la vida para “ganarla”.

La enseñanza de este día, nos inserta en el camino de la auténtica felicidad porque nos sitúa en la realidad de la vida, en la que existe el dolor, lo que no es un obstáculo para que alcancemos la perfección humana, la felicidad y el Cielo, sino que incluso, paradójicamente es un elemento necesario para alcanzar la excelencia humana y la santidad.

Las palabras de Jesús resultan paradójicas para el auditorio de su tiempo y para el actual, más ahora que “engañosamente” se exaltan: el gastar, la moda, la figura y la soberbia, como únicos satisfactores y “expresiones de una vida realizada”. Generando todo esto, ambientes donde imperan el egoísmo, la falta de moderación, el endeudamiento y la eliminación de lo que impide alcanzar “el placer máximo”, llámese familia, valores, principios, amor, fe. Convirtiéndose todo esto en “modernas esclavitudes”, como el desprecio al recto uso de la sexualidad, el incremento de la violencia y del uso de drogas y otros males, “expresiones de la pérdida del sentido de la vida”.

Cuántas veces por “rechazar el dolor” se han cometido infinidad de graves errores. Ahí está el caso de “la mamá” que lleva a su hija a abortar para que “su proyecto de vida” no se vea frustrado por un “embarazo no deseado”. Cuántas veces se pretende justificar un asesinato o el “suicidio asistido”, en nombre de una “falsa compasión” para evitar que el anciano o el enfermo “siga sufriendo”. Cuántas veces se justifica el caer en las drogas o el alcoholismo, porque no se podía resistir la pena de un amor frustrado o la muerte de un ser querido.

En contraposición a esas y otras situaciones, nos encontramos la alegría de infinidad de madres de familia que han sabido dar la vida por sus hijos, de jóvenes que han resistido la tentación de una vida llena de placeres sensuales, de droga o alcohol y que han optado por una vida sana que les lleva al triunfo en el deporte, en el arte, en el estudio, en poner su vida al servicio de los demás. Muchas personas, además de su esfuerzo humano, han añadido la virtud de la fe, por lo que más que héroes, son santos.

Querer evitar el dolor a toda costa, en lugar de reconocerlo como parte de la vida, es como pretender que no exista la obscuridad de la noche y que sólo resplandezca la luz del sol las 24 horas del día. Esto no sólo es imposible, sino que al no aceptar la realidad, se genera un conflicto interno que lleva a la tristeza y a la frustración. Lo mejor es saber aprovechar las horas de la noche con todo lo bello que ella nos proporciona para el descanso del cuerpo, y también para disfrutar la belleza de la luna llena o el titilar de las estrellas. Hagamos lo mismo con el dolor, asumiéndolo démosle un sentido en la fe y en el amor.

El Señor Jesús no sólo habla de lo que padecerá, sino que incluso explica el sentido de su muerte: la salvación de los hombres; de ti, de mí. Lo que a Él lo mueve es el amor.

El dolor como realidad humana, cuando llega a nuestra vida, nos hace valorar lo que tenemos. Además de ayudarnos a ejercitar la fortaleza interior para no darnos por vencidos, nos lleva también a conocernos mejor y sacar de nuestro interior, lo mejor de nosotros mismos. Existen infinidad de ejemplos, en donde ante un desastre natural o provocado por la maldad del hombre, hay quienes se levantan no sólo victoriosos, sino también alegres de haber ayudado a otros a salir adelante ante las situaciones negativas o incluso, habiendo ofrendado la vida por los demás.

Esta es la enseñanza mayor del texto bíblico que hoy meditamos. Jesús no es ni un estoico ni un masoquista. El está hablando de la ofrenda de su vida, por amor a Dios y a los demás: por la humanidad entera, por ti, por mí.

Jesús supera la tentación de una “vida cómoda” sin compromiso y opta por el esfuerzo diario y la entrega de su ser, en absoluta libertad, por amor y para salvar a todos.

ORAR: Jesús, Tú conoces lo débil y cobarde que soy e incluso las formas en las que evito ayudar a los demás y buscar mi propia comodidad. Te agradezco lo bondadoso que eres conmigo porque tengo más de lo que necesito. Ayúdame a entender que mi felicidad auténtica no está en lo que presumo o en lo que disfruto, sino en la capacidad de amar para entregarme a Ti, sirviendo a los demás. Señor toma mi vida entera.

CONTEMPLAR: De manera natural rechazamos el dolor, sin darnos cuenta que lo que vale la pena en la vida cuesta. Tomar la cruz, como Jesús y con Él es darle sentido al dolor, es asumirlo para superarlo y aprovecharlo para que unidos a Jesucristo, como dice Madre María Inés Teresa Arias, “compremos almas para Dios.”

ACTUAR: Hoy, haré una breve revisión de mi vida, para ver qué cosas buenas he dejado de hacer por comodidad, para esforzarme en realizarlas para bien de los demás y la “salvación de muchas almas”. Recordar que al referirnos a “las almas”, estamos hablando de nuestros contemporáneos que viven alejados de Dios. El término “alma” es referido a la persona viva, en su realidad integral.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Del santo Evangelio según san Mateo (16,21-27): En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.» Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por Mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»

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