lunes, 26 de septiembre de 2011

Meditación del 26 de septiembre del 2011

11-09-26. Lunes XXVI
Lc 9,46-50.

TODO PARA LA GLORIA DE DIOS

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

VER
Parecería que en el corazón del hombre está el deseo de sobresalir sobre los demás.
JUZGAR
Jesús nos invita a ser libres, a actuar con libertad, por y con el gusto de hacer el bien y no por un “reconocimiento”, “premio” o “recompensa”. Hacerlo de otra manera nos debilita y cansa porque nos “frustra” si no alcanzamos lo que queremos o nos lleva al “abatimiento” si somos criticados. Actuar en libertad nos lleva a valorar al otro e incluso promover su desarrollo y el bien común, de otra manera se genera la envidia y la división al ver al otro como un competidor. La mayor libertad la alcanzamos cuando todo lo hacemos por amor a Dios, para su mayor Gloria. Así si tenemos éxito es para su Gloria y si no alcanzamos la meta deseada, nos critican o incluso nos agreden por el bien realizado, todo lo ofrecemos también para la Gloria de Dios.
ACTUAR
Hoy procuraré me esforzaré por actuar en libertad y para Gloria de Dios. Me esforzaré en servir a mis hermanos sin esperar recompensa alguna y procuraré el crecimiento del “otro”. Actuaré en todo, sin buscar ningún provecho personal. Todo para Gloria de Dios.

Evangelio: Lucas 9, 46-50: Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de los que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése el él más grande». Entonces, Juan le dijo: «Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros». Pero Jesús respondió: «No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes».

LEER. Jesús, ante las “fallas”, errores”, “limitaciones”, “envidias” y “mezquindades” de sus discípulos, no los regaña, ni los rechaza o los aparta de su lado. Los ama, les tiene paciencia y les instruye porque sabe que todavía falta que crezcan en el amor y en la libertad para dar lo mejor de sí mismos. Hoy les enseña sobre la libertad en el actuar, la alegría en el servicio con y por el amor a Dios y como, aún, los más pequeños, son amados por Él y nuestro Padre Dios, pues Ellos no hacen distinción de personas por lo que tienen o aparentan, sino por lo que somos: Hijos del Padre, redimidos por Jesucristo, templos del Espíritu Santo.

MEDITAR: En muchos de nuestros ambientes, incluso en el seno familiar, nos dejamos condicionar por valores que no son cristianos. Como nos acostumbramos a ellos, porque nos rodean y están presentes en los estilos de vida de quienes no conocen a Dios, pensamos que seguir a Jesús es “no exagerar”, pero si conservar algo o mucho de envidia, de espíritu de competencia, de crítica hacia los demás, de menospreciar al que consideramos menos o inferior a nosotros, etc. Actitudes como estas las justificamos quizá sin darnos cuenta que ellas manifiestan “las esclavitudes” que nos oprimen y no nos dejan ser felices, pues incluso son manifestación de nuestra baja autoestima.

Para “autoengañarnos” y pretender engañar a los demás” nos justificamos diciendo que “eso mismo hacen todos”, que “así somos”, que “no somos santos”. Lo que realmente deberíamos pensar es que si conocemos a Cristo, no podemos seguir los condicionamientos que oprimen a la mayoría de las personas, aunque no se den cuenta e incluso las disfruten. Quienes hemos conocido a Cristo, sabemos que Él murió en la Cruz para liberarnos, de toda esclavitud, para que auténticamente seamos libres, podamos amar y seamos felices.

San Ignacio de Loyola dejó a los jesuitas la consigna “Ad maiorem Dei gloriam” que se abrevia “AMDG” y que significa “Todo para la mayor Gloria de Dios”, expresión que la sabiduría popular se expresa con el dicho: “haz el bien sin mirar a quien”. Entre estas dos expresiones, yo me quedo con la primera. Para ser plenamente feliz ¿con cuál te quedas tú?

ORAR: Señor, renuévame, haz que entre en mi corazón y con el deseo de ser feliz, reconociendo mis errores y faltas, deje que el amor me sane y en lugar de criticar a mis hermanos, aprenda a señalar sus cualidades, que aprenda a servir de manera desinteresada, de tal manera que mi gozo sea el hacer el mayor bien posible y que independientemente del reconocimiento o rechazo que pudiera recibir, mi alegría sea el hacer todo por amor a Ti y para mayor Gloria de Dios.

CONTEMPLAR: Revisaré mi vida y las ocasiones en que, he realizado las cosas en búsqueda de un bien personal o para quedar bien. Revisaré los sentimientos que me ha generado no recibir la recompensa esperada o en lugar de felicitaciones haber recibido críticas o regaños.

Reconoceré que al no actuar con libertad y si, con intereses particulares, me ha generado inseguridad y temor, incluso envidia, cuando a “otro” se le ha reconocido más que a mí o en lugar de mí.
Hoy me esforzaré en vivir cristianamente, buscando hacer todo para Gloria de Dios.

ACTUAR: Le pediré a Dios la Gracia de actuar sin esperar recompensa alguna, poniendo en ello mi amor, procurando en todo la mayor Gloria de Dios.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. Madre María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.


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