martes, 23 de agosto de 2011

Meditación del Evangelio del 22 de agosto del 2011


11-08-22.
LUNES XXI. Lc 1,26-38.

EN TODO Y CADA DÍA, HACER LA VOLUNTAD DE DIOS.

Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

LEER. Hoy celebramos a María Reina. La liturgia nos propone el diálogo entre la Virgen María y el arcángel Gabriel, en el día de la Encarnación del Hijo de Dios. Destacamos la grandeza del acontecimiento, la humildad de Quien lo acepta y la sencillez con que se produce. En cuanto a sentimientos, en la Virgen María hay alegría, desconcierto, confianza y paz.

Al final aparece el texto del Evangelio que meditamos.

MEDITAR: La Virgen María, atenta a la Palabra de Dios, primero, concibe en su mente al Hijo de Dios y luego lo hará en su cuerpo; asumiendo las consecuencias que ello conlleva. Consecuencias como la alegría de sostener entre sus brazos a su bebé-Dios; el dolor de tener entre sus brazos el cuerpo de su Hijo muerto, bajado de la Cruz y la consecuencia final y la más importante: la de disfrutar eternamente la presencia de su Hijo resucitado.

María tiene un papel primordial en la redención de la humanidad, El sí de María, la hace portadora de la Vida Nueva y Eterna, al aceptar participar en la obra de salvación.

El sí de María, establece el Reinado de Dios en su corazón.

¿Cuántas personas viven llenas de angustia por no aceptar lo que acontece a su alrededor? ¿Cuántas personas viven amargadas, quejándose de todo en lugar de ocupar su tiempo y energía en hacer el bien mayor posible, aceptando la voluntad de Dios?

Realizar diariamente nuestra vida, en la confianza de que Dios me ama, me cuida y me guía, además de darme seguridad interior, me permite trabajar con entusiasmo y alegría. Señor, concédeme estar atento a tu voz, para procurar, en todo y cada día, hacer tu voluntad.

ORAR: Señor, Jesús, todos los días Tú me hablas de muchas maneras y eso me genera alegría; concédeme atender tu voz y hacer tu voluntad, aunque muchas veces no alcance a comprender lo que me pides y eso me genere desconcierto. Gracias porque me invitas a ser parte de tu redención. En todo quiero hacer tu voluntad. Fortalece mi confianza en Ti, y en mí; ¡dame tu paz!

CONTEMPLAR: Hay una oración que la Iglesia nos invita a realizar tres veces al día: a las 6:00, a las 12:00 y a las 18:00 horas: EL ÁNGELUS. Con ella recordamos el Misterio de la Encarnación, somos invitados a tener las actitudes de la Virgen María y a colaborar en la obra de la redención. Veamos cuál es el proceso.

EL ÁNGEL DE SEÑOR ANUNCIÓ A MARÍA. Dios me habla y me invita a que me llene de alegría. Dios me habla en cada acontecimiento, me guste o no, me parezca agradable o no, sea fácil o difícil.

HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA. Dios espera mi respuesta. Yo podré responder afirmativamente, si más que mirar mis sentimientos o mi provecho, veo en ello, la voluntad de Dios y la acepto, asumiendo libremente las consecuencias de mi decisión.

EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS. Se hace la voluntad de Dios. En mi corazón brota la confianza y la paz al procurar que el Reinado de Dios se establezca en mi corazón, y su presencia en el mundo.

ACTUAR: Hoy procuraré estar atento a la voz de Dios, para descubrirlo en cada acontecimiento y con alegría y total libertad, me esforzaré en hacer su voluntad, para que su obra se realice en mí y en mis hermanos.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

Lucas  1: 26 - 38 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.  Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»  Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.  El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;  vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.  Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»   El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.   Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,   porque ninguna cosa es imposible para Dios.»   Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue. 

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