11-09-17. Sábado XXIV.
Lc 8, 4-15.
SER FELIZ AL CIENTO POR UNO
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio: Lucas 8, 4-15. En aquel tiempo, mucha gente se había reunido alrededor de Jesús, y al ir pasando por los pueblos otros más se le unían. Entonces les dijo esta parábola: «Salió un sembrador a sembrar su semilla. Al ir sembrando, unos granos cayeron en el camino, la gente los pisó y los pájaros se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso; y al brotar, se secaron por falta de humedad. Otros cayeron entre espinos; y al crecer éstos los ahogaron. Los demás cayeron en tierra buena; crecieron y produjeron el ciento por uno». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esta parábola?» Y él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer claramente los secretos del Reino de Dios; en cambio, a los demás sólo les hablo en parábolas para que viendo no vean y oyendo no entiendan. La parábola significa esto: la semilla es la Palabra de Dios; lo que cayó en el camino representa a los que escuchan la Palabra, pero luego viene el diablo y se la lleva de sus corazones, para que no crean ni se salven. Lo que cayó en terreno pedregoso representa a los que al escuchar la Palabra la reciben con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan la Palabra, pero con los afanes, riquezas y placeres de la vida se van ahogando y no dan fruto. Lo que cayó en tierra buena representa a los que escuchan la Palabra, la conservan en un corazón bueno y bien dispuesto, y dan fruto por su constancia».
LEER. El Señor Jesús dice una parábola a quienes se le acercan y luego la explica a sus discípulos. El tema central es el Reino de Dios y hace una comparación entre cuatro tipos de “TIERRA” y los frutos que generan en cada uno de ellos, por la semilla que se les esparce.
MEDITAR: Como personajes de la parábola aparecen “el Sembrador” y “la semilla”, además de los tipos de suelo. Los personajes del texto bíblico son Jesús, los que se acercaron y los discípulos. Jesús no está dando una clase de agronomía ni de agricultura, está hablando del hombre y del Reino de Dios.
La tierra, en algunos textos del Evangelio, puede entenderse como el interior del hombre, su personalidad. Por lo que, sin ser tampoco una clase de psicología, a través del párrafo que meditamos, podemos hablar de cuatro tipos de personalidades o cuatro momentos en los cuales cada uno de nosotros podemos estar ante la Palabra de Dios o de manera habitual u ocasional, en nuestra vida diaria.
El terreno pisado, el camino, representa a quienes tienen duro el corazón, quizá no tanto por “lo mal que les va en la vida” sino a causa del egoísmo, el orgullo o de malas acciones, que les llevan a cerrar su corazón a Dios y a los demás.
El terreno pedregoso, lo podríamos identificar con las heridas que a lo largo de la vida nos han hecho daño y que en ocasiones, al quedarse guardadas en el corazón, nos hacen huraños, recelosos, desconfiados o incluso con daños que son verdaderos complejos o traumas.
El terreno espinoso, pueden ser los problemas (enfermedades, falta de trabajo, deudas) que se nos acumulan o situaciones en las que sentimos que tenemos que “andar con mucho cuidado” (malos vecinos, violencia intrafamiliar, relaciones laborales difíciles) para no generar problemas en nuestro entorno.
La tierra buena, representa a quien es dueño de sí, quien, mantiene relaciones cordiales con Dios, consigo mismo y con los demás. Esto se refleja en una personalidad madura e integrada. Por esos sus frutos son la paz, la armonía, la felicidad y la santidad, en su vida, en sus relaciones y sobre todo con Dios.
Ciertamente abundan las personas que bien podrían encuadrarse en los primeros tipos de “tierra” y son escasos las personas “tipo: tierra buena”. Afortunadamente contamos con el ejemplo de los santos que tuvieron los mismos defectos o aún mayores que los que nosotros tenemos, pero colaboraron con el “Divino Labrador”. No se opusieron a su Gracia, pusieron lo que estaba de su parte y alcanzaron la felicidad en esta vida y la Vida Eterna, en el amor y en el Servicio a Dios y a sus hermanos. Los santos son testimonio de la “tierra buena” que todos podemos ser. Ellos fueron felices al ciento por uno.
ORAR: Señor Jesús, me pongo delante de Ti, deseoso(a) de escuchar tu Palabra y hacerla vida. Tú me conoces bien y para Ti no hay imposibles. Quiero ser mejor, quiero ser feliz, pero en ocasiones mi orgullo, mis errores o pecados, mis complejos, traumas o los problemas que me aquejan, hacen que fácilmente abandone el buen camino; que me entusiasme con buenas intenciones y nunca las realice; que me agobie y me desespere pensando que nadie me ayuda, que nadie me comprende. Sabes que en ocasiones pienso que Tú, ni siquiera me escuchas o te olvidas de mí. Hoy te pido, que derrames la Gracia de tu Espíritu Santo, en mi mente y en mi corazón. Sin Ti nada puedo. Ablanda mi corazón; quita las piedras que me atoran y son un fardo pesado en mi vida; retira los espinos que me impiden gozar de tu presencia. Quiero la vida Nueva que solo Tú me puedes dar. Ilumina mi entendimiento y fortalece mi voluntad, para que yo haga lo que me corresponde. Tú lo puedes todo y me quieres desarrollado(a) plenamente y feliz. Tú me quieres santo(a) y yo, Señor deseo hacer tu voluntad.
CONTEMPLAR: Cambiar nuestra vida, convertirnos a Dios es posible, si ponemos algo o mucho de nuestra parte, pero sobre todo si dejamos que Jesús, actúe en nosotros. Porque a fin de cuentas, si nosotros somos el “terreno”, el “Sembrador” es Él y la “semilla” su Palabra. Por lo mismo Él tiene interés en que demos los mejores frutos, para que, dueños de nosotros mismos, seamos factores de cambio para quienes nos rodean. Los medios que tenemos para dar los mejores y mayores frutos, son: la Palabra de Dios, que es la “semilla”, el Espíritu Santo, que ablanda lo duro de nuestro corazón, la Confesión que quita las piedras de nuestro corazón, la Oración que retira los espinos y la Adoración y Comunión Eucarística que nos une a Jesucristo y nos transforma en “tierra buena”, rica en frutos de santidad. El compendio de estos medios está en la Misa, principalmente en la Misa Dominical, en la que nos reunimos en familia y con nuestros hermanos en la Iglesia.
ACTUAR: A lo largo de un día, todos podemos pasar de un estado de ánimo a otro. Lo ideal es que siempre procuremos mantenernos en ser “tierra buena”. Si bien es cierto que, en momentos, todos podemos perder “los estribos”, retomar las riendas y permanecer en un buen estado de ánimo depende mucho de nosotros mismos y de nuestra apertura a la acción del Espíritu de Dios. En particular en este día pidamos a Dios nos conceda experimentar su presencia y colaboremos con Él para remover y quitar los obstáculos que nos impiden ser “tierra buena”.
El domingo iré a Misa, de preferencia con mi familia. Procuraré estar en Gracia de Dios para Comulgar y si lo requiero, buscaré antes un sacerdote para confesarme. También procuraré quedarme un momento ante el Santísimo (siquiera 15 ó 30 min.).
Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.
Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx
Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.
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