lunes, 19 de septiembre de 2011

Meditación del 20 de septiembre del 2011

11-09-20. Martes XXV.
Lc 8, 19-21.

SOY FAMILIA DE DIOS
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz

  • VER: En ocasiones, aún en familia, pocas cosas en común tenemos que dialogar. En ocasiones con los de casa son con los que menos hablamos. Incluso, en ocasiones, estamos peleados.
  • JUZGAR: Jesús y la Virgen María son familia y en torno al amor a Dios están unidos. LA FE NOS UNE.
  • ACTUAR: Si oramos y vamos a Misa juntos, las relaciones familiares pueden mejorar.


Evangelio: Lucas 8, 19-21. En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no podían llegar hasta Él porque había mucha gente. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Pero él respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».

LEER. Parecería que el Señor Jesús, no atiende el anuncio que le hacen sobre la presencia de su Madre, la Virgen María, sin embargo, así como utiliza las parábolas y los hipérboles para evangelizar, sabe aprovechar lo que hay a su alrededor como las situaciones que le rodean para anunciar el Reino de Dios. En esta ocasión hablará de su propia experiencia para invitar a todos a que, como la Virgen María, vivamos en profunda interioridad escuchando y haciendo vida la Palabra de Dios.

MEDITAR: María, para la Iglesia católica no sólo es grandemente considerada por ser la Madre de Jesús, sino también porque Ella es modelo para todo cristiano. Ella es la primera en conocer y experimentar en sí misma el misterio de la Santísima Trinidad. Ella es la primera que abre su corazón y su vida totalmente a Dios, al grado que lo encarna en su ser. Nadie como Ella amó a su Hijo y nadie como Ella lo acompañó a lo largo de su vida terrena, ni nadie como Ella, está en su presencia, en el Cielo.

Las palabras de Jesús en el texto lucano, nos llevan a poner atención a la figura de María y a pedirle a Dios que la imitemos y siempre confiemos en Ella. Recordemos siempre, que en la Cruz, Jesús nos la dio como Madre y por lo mismo, al mismo tiempo María es modelo de vida, Ella, como buena Madre, es también nuestra intercesora y protectora.

Con nadie, como con María, el Señor Jesús tuvo una comunicación de vida tan profunda. Con Ella y a través de Ella, humanamente hablando, Él aprendió a conocerse y a descubrir el Plan de Amor de su Padre Dios. Ella lo cuidó y lo amamantó, le enseñó a hablar, a orar, a relacionarse con los demás. Ella, en la escuela que era el hogar de Nazaret, junto con san José, lo vio crecer y poco a poco empezó a aprender de Él. Le respetó, le admiró, le amó y le acompañó a lo largo de su vida terrena y, a su lado, sufrió su pasión y muerte en Cruz.

Ella, la Virgen María, guardó en su corazón las palabras y los hechos de Jesús. Ella los compartió con los discípulos de Jesús, a quienes acompañó, en la oración, una vez que su Hijo ascendió a los Cielos. Ella, es la primer testigo de la resurrección (esto se puede suponer, dado que la Biblia no lo asegura) y Ella es el único ser humano que, en cuerpo y alma disfruta de la presencia de Dios.

Todos los bautizados somos “familia de Dios”, pues en Jesús somos “hijos de Dios por adopción”. En cada familia hay una Madre, María es Madre nuestra porque es Madre de Jesús y porque Él nos la dio como Madre en la Cruz. Acojámonos a esta excelente Madre e introduzcámonos en el hogar de Nazaret. Dejemos que Ella como buena Madre, nos eduque, nos oriente, nos cuide y proteja.

Aprendamos de nuestra Madre a escuchar y contemplar la Palabra de Dios, que es Jesús. Como la Virgen María, guardemos esta Palabra en nuestro corazón y hagámosla Vida. De esta manera, insertados en la escuela del hogar de Nazaret, guiados por nuestra Madre y Maestra, aprendamos a “escuchar y poner en práctica la Palabra de Dios”.

ORAR: Padre Amoroso, quizás, al igual que muchos cristianos yo no he valorado suficientemente la riqueza de tu Presencia en mi vida, que diariamente enriqueces con tu Palabra y con los sacramentos, especialmente los de la Confesión y la Eucaristía. Quiero vivir como Hijo tuyo, quiero profundizar en la oración y en la contemplación, al igual que María mi Madre, las palabras y los hechos de Jesús, mi salvador y hermano mayor. Quiero, cada día más, vivir, siendo un mejor hijo tuyo. Derrama tu Espíritu Santo en mí, para que me purifique, renueve, sane y santifique.

CONTEMPLAR: Quizá yo no he valorado suficientemente la importancia de escuchar la Palabra de Dios y hacerla vida. En ello está no solamente aprender a ser una persona justa y feliz, sino también y sobre todo a estar en presencia de Dios en esta vida y un día poderlo contemplar cara a cara en la Vida Eterna.

Quizá tampoco he sabido valorar la importancia de acogerme a la protección de la Virgen María y aceptarla en mi corazón como mi Madre, para que ella me inserte en la “escuela de Nazaret” y conducido(a) por Ella, día a día me vaya configurando con Jesús.

ACTUAR: Hoy haré una revisión de mi vida y me haré el propósito de profundizar y poner en práctica las Palabras de Jesús. Hoy abriré mi corazón a la Virgen María y le pediré que me acepte como hijo suyo, pues yo quiero que ELLA SEA MI MADRE.

Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.

Si deseas hacerme llegar algún comentario sobre este artículo, puedes escribirme a evangelizarorando@yahoo.com.mx

Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.

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