11-09-18. Domingo XXV.
Filipenses 1, 20-24.27.
PARA MÍ, LA VIDA ES CRISTO.
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
El Evangelio de este día ya lo meditamos (Mt 20,1-16ª. 17-ago-2011), por lo que meditaremos sobre la segunda lectura de este domingo.
Segunda Lectura: Filipenses 1, 20-24.27: Hermanos: Ya sea por mi vida, ya sea por mi muerte Cristo será glorificado en mí. Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir. Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo.
LEER. San Pablo se dirige a una comunidad que él fundó, a la que quiere mucho, porque con alegría recibieron el Evangelio y fueron muy solidarios entre sí y con el “apóstol de los gentiles”, como también es conocido san Pablo. Pablo equipara el gozo de la Vida Eterna, con el servicio a sus hermanos filipenses. Termina exhortándolos a que lleven una vida digna del Evangelio. La frase clave es “para mí, la vida es Cristo”.
MEDITAR: La epístola a los Filipenses es una de las llamadas “cartas de la cautividad” (Filipenses, Colosenses, Filemón y Efesios) que fueron escritas por san Pablo entre los años 58 y 65 de nuestra era, en los últimos años de su vida, muere sacrificado en el año 67. En el fragmento que meditamos: percibimos la familiaridad, la gratitud y el cariño que san Pablo tiene a los de Filipo.
San Pablo era perseguidor de los cristianos. El encuentro con Jesús resucitado, transformó su existencia y modo de ser, de tal forma, que experimentando el auténtico amor de Dios, le amará y se pondrá al servicio del Evangelio, llevando a todos su experiencia de Dios. Con sus hechos, corroborará sus palabras: “para mí, la vida es Cristo”.
San Pablo, originario de Tarso, aunque judío, era ciudadano romano. Probablemente 10 años más joven que Jesús, estudia en Jerusalén a los pies del famoso rabino Gamaliel. Perseguidor de cristianos, a los que consideraba una secta peligrosa para el judaísmo, no conoció a Jesús, en su vida terrena, pero tendrá una experiencia mística, en el camino a Damasco que transformará su vida (año 36), convirtiéndolo en el hombre más importante para la difusión del Evangelio y el apóstol y teólogo más influyente de la Iglesia. Junto con san Pedro es considerado una de las dos columnas del cristianismo.
La transformación de san Pablo, es tal que nos invita a morir al “hombre viejo” para dejar nacer al “hombre nuevo” en Cristo, de tal manera que llenos de la Gracia de Dios y teniendo experiencia de su amor, seamos capaces de comunicarlo a los demás. Para el apóstol Pablo, Jesús es el centro de su vida; se identifica con Él ofrendándole su existencia, para unirla a la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Para Pablo, “su vivir, amar y morir es Cristo” (Gal 2,20. Ef 5,2), por eso se esforzará en dar a conocer el amor y el perdón que proceden de Jesús, y sin escatimar nada, pondrá su vida para llevar a muchos hacia el Salvador y para servir incansablemente a todos aquellos a los que la Bondad Divina le confió. San Pablo con su vida, nos invita a imitarlo de tal manera que también podamos decir “para mí, la vida es Cristo”.
ORAR: Padre amoroso, gracias por el don de la vida y de la fe, concédeme centrar mi vida en tu Hijo Jesús, para hacerlo presente en el mundo de hoy. Como Pablo, quiero amarte Señor y, en Ti, amar a mis hermanos. Hazme testigo de tu amor como san Pablo y dame un alma misionera que me ponga en camino hacia mis hermanos, para llevarlos a Ti, pues como san Pablo, también para mí, “la vida es Cristo”.
CONTEMPLAR: Señor Jesús, en Ti, san Pablo amó a Dios y a su prójimo, como él yo quiero amar. La vida de Saulo (su nombre hebreo) “era como era”, luego fue como “Dios quiso”. Saulo, decía amar a Dios pero odiaba a quienes no consideraba sus hermanos. Decía vivir fiel a su fe, pero en nombre de ella cometía diversas injusticias. Se sentía superior a otros, discriminaba a los que no pensaban como él, sentía que podía denostarlos y perseguirlos, hasta encarcelarlos y hacerlos desaparecer. No era feliz. Como yo tampoco los soy, cuando no sigo tu ley del amor y del perdón.
Cuando Saulo se encuentra Contigo Señor, su vida cambia radicalmente, ahora será Pablo: con el mismo carácter impetuoso pero lleno de amor y siempre en búsqueda del bien común y del mayor bien, por eso, “a tiempo y a destiempo” (2Tim 4,2) evangelizará y construirá el Reino de Dios entre los hombres, compartiendo la experiencia que transformó su vida y que le lleva a decir: “hay de mí sino evangelizará” (1Cor 9,16), pues “para mí, la vida es Cristo”.
ACTUAR: La vida de san Pablo cambió radicalmente, de “violenta y destructora” a “pacifica y constructora”. Quizá yo no soy como Pablo y esto me lleve a reconocer, que entonces, para mí, será más fácil que de una “vida a medias” y “no tan feliz”, pase a una “vida plenamente feliz”, en el amor a Dios y en el servicio a mis hermanos. Hoy meditaré el significado de la frase de Pablo “para mí, la vida es Cristo” y le pediré a nuestro Padre Dios que me ayudé a abrir mi corazón a Jesús, para vivir el gozo y la alegría que san Pablo experimentó desde el momento de su conversión, de tal forma que yo también pueda decir y mostrar que “para mí, la vida es Cristo”.
Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero. M. María Inés Teresa Arias.
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Seguimos el esquema de la Lectio Divina: Leer, meditar, orar, contemplar y actuar.
Leer, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en contexto.
Meditar es reflexionar sobre lo que el texto bíblico me dice.
Orar: Es responder a la Palabra, qué le digo a Dios: es petición, intercesión, agradecimiento, alabanza, etc.
Contemplar el reto de llegar a la conversión de la mente, del corazón y de la vida, según el Corazón de Cristo.
Actuar, es mi compromiso por hacer vida la Palabra de Dios.
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