11-11-18. Viernes 33ª
YO, EL PALACIO DE DIOS.
Mons. Pedro Agustín Rivera Díaz
Evangelio: Lucas 19, 45-48: Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban allí, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones». Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
I.- ENSEÑANZA BREVE: Mi maestra de literatura, en la secundaria, siempre nos invitó a realizar las mejores lecturas. Ella decía que lo suyo era como darle la vista a un ciego y mostrarle los mejores paisajes, pero que si él decidiera mirar hacia un basurero o muladar, esa era responsabilidad del que ahora veía. Ella se refería a la pornografía, a los pasquines, a las revistas de moda y de vida de artistas, etc. Ahora cada ciego ve, y ha de ser responsable de su elección. Lo bueno es que, el que dirige su mirada hacia lo sucio, puede cambiar la dirección de su vista, lo grave es que el otro también. La esperanza para ambos es la conversión. Algo similar ocurre con la fe en Jesucristo. De pequeño pude haber recibido las enseñanzas del catecismo y haber dejado crecer la semilla de la santidad. Con el tiempo pude haber pensado que eso sólo era la emoción de la infancia y haber puesto mi atención en otras cosas y haber dirigido mis pasos por otros rumbos y haber oído voces que desviaron mi vida por caminos y acciones que hicieron que dejara de ver lo bello como bello y lo verdadero como verdadero y me han hecho daño. Afortunadamente, Jesús me sigue buscando y cuando me dejo encontrar, porque yo soy el que me escabullo de Él, al encontrarme: me abraza, me dice que me ama, me perdona, me purifica, me renueva, me sana y me santifica. Me muestra nuevos senderos y me invita a recorrerlos en Su compañía. Si acepto o no, la nueva oportunidad que me da, esa es responsabilidad mía.
II.- VER - JUZGAR -ACTUAR
VER | Por diversos motivos, muchas ideas y acciones que son contrarias a nuestra dignidad de personas, permanecen en nuestra mente y nuestro corazón y nos desvían del camino de felicidad al que estamos llamados a recorrer. Ahí están los que asesinan, secuestran, odian o maltratan a los demás. Estas acciones parecía que las emprenden en función a su libertad, pero no es así. Aún sin saberlo lo hacen en base a los condicionamientos del mal que han quedado grabados en su mente y en su corazón, por experiencias negativas del pasado, que no les permiten reconocer, valorar y respetar, lo bueno, lo bello y lo verdadero. Al no tener una visión adecuada de sí mismos, de su corazón brota el deseo de destruir a los demás y a sí mimos. Están ciegos, hacen de sus cuerpos un muladar en lugar de un palacio. También hay quienes conscientemente tomaron caminos equivocados, en un ejercicio equivocado de su libertad, pensando que en la droga o el sexo podrían encontrar la felicidad o que el dinero se la podría proporcionar, dejaron que su mente y su corazón se corrompiera y dejaron de ver lo bello y auténtico de la vida y se anclaron en el estiércol en que cada vez se fueron hundiendo más. Están ciegos, hacen de su vida un estiercolero, en lugar de un bello jardín. También hay quienes “no son malos”, simplemente no hacen nada por ellos, ni por los demás. Viven como en un sueño, en donde, distraídos por tantas “actividades”, “emociones”, “sensaciones”, “diversiones”, “preocupaciones”, “depresiones” o “lujos”, no se preocupan por dirigir sus vidas a lo verdaderamente auténtico y que quedan en las revistas, que dejan poco o ningún provecho, pero dan la sensación que instruyen porque dieron a conocer el último “grito de la moda”, “el chisme del artista”, “la receta de cocina”, “el consejo para ser bella” o “para tener un cuerpo musculoso”. Están ciegos, están adormecidos, hacen de su vida una revista, que pronto se tira, en lugar de la más grande y bella obra literaria. | |
JUZGAR | Somos templos vivos de Dios. Cada casa, cada rincón de ella, para mantenerse reluciente y funcional debe de ser limpiado periódicamente, para que no se acumulen en él el polvo, la basura, el hollín, el herrumbe, o el salitre, pues de otra manera corre el riesgo de afearse toda la casa e incluso de deteriorarse. A veces hay quienes se preocupan por el exterior de su cuerpo y esto es muy positivo, cuanto más, que de no hacerlo podemos ocasionarnos graves enfermedades. Sin embargo, además del cuerpo debemos procurar también el desarrollo de nuestra interioridad, de nuestra alma. Y aquí estamos hablando del campo de nuestras ideas, de nuestros sentimientos y emociones. Estar en constante contacto con nosotros mismos es muy importante para seleccionar lo que ha de impactar nuestra mente y corazón. No puedo ser como una esponja que todo lo absorbe. No puedo ser como una semilla de diente de león, que va sin rumbo fijo por donde la lleva el viento. Tengo que aprender a discernir y decidir tomar el camino adecuado para alcanzar la felicidad que anhelo. Ciertamente la elección de amistades, de lecturas y de actividades, es un factor necesario para que yo realice plenamente mi vida. También es importante la planeación que yo haga de ella y la constante revisión de mis acciones para ver si me están ayudando a realizar el plan de vida que me he trazado a la luz del amor de Dios. Lo anterior, es positivo y me ayuda a mejorar con mayor celeridad, cuando en este estilo de actuar, abro, al amor de Dios, todo mi ser: mi cuerpo, mi mente, mis anhelos, mis relaciones, mi psicología. Ciertamente también debemos trabajar en el campo de nuestra relación con Dios. Hay quienes piensan que tener fe es una especie de “terapia mental para tener paz”, que tener fe es necesario porque hay que “creer en algo” o que “todas las religiones son iguales”. Cuando Jesús, hace un reclamo porque del templo “se ha hecho una casa de ladrones” es una fuerte llamada a cada uno de nosotros para que revisemos, qué hay en nuestro interior, porque realmente estamos llamados a la felicidad plena para la que Dios nos ha creado y que Él nos quiere dar. Si dejo que Jesús, su Palabra y enseñanzas estén en mi corazón, entonces Él, desde lo más profundo de mi ser, puede actuar para ir sanando mi psicología, iluminar mi inteligencia para discernir, purificar mis intenciones para dirigir mis pasos, fortalecer mi voluntad para perseverar haciendo el bien. Si dejo que él “limpie su casa” que soy todo yo, entonces mis pensamientos, palabras y obras, proyectarán mi propio corazón, lleno de paz, armonía y amor. Es importante estar atentos al reclamo que Jesús nos hace y dejar que Él venga a nuestro corazón y a nuestra mente y nos sane, nos limpie y nos purifique, de tal manera que dejando atrás lo que haya ocurrido en nuestra vida, sigamos el camino de la libertad y del amor que Él nos muestra y que además de la felicidad que nos proporcione, nos ayude, a hacer este mundo mejor y a alcanzar la santidad. Es significativo que una vez que Jesús ha limpiado el Templo, Jesús permanece en él “enseñando todos los días”. Es decir, si dejas que Jesús actué en ti y transforme tu vida, debes dejar que todos los días, Él te instruya y te siga fortaleciendo, para que cada día hagas de tu vida no solo un gran palacio, un bello jardín o una grande o bella obra literaria, sino una expresión de la presencia de Dios en el mundo y que seas feliz, que seas santo. | |
ORAR | Señor, Jesús, escucho tu palabra y veo mi vida, y me lleno de esperanza al saber que puedo ser mejor. Ven a mi corazón y dame tu Espíritu Santo, que me llene con tu amor, limpie mi alma, sane mi psicología, me dé la salud del cuerpo, mejore mis relaciones personales, me ayude a superar las dificultades de la vida, modifique mis intenciones y me ayude a perseverar haciendo el bien hasta alcanzar la santidad personal y familiar. | |
ACTUAR | Nadie mejor que yo, conoce los lugares sucios de mi vida. Hoy en oración, en presencia de Jesús, los revisaré y los pondré en sus manos, para que Él, “divino basurero”, con su perdón y amor, limpie mi corazón y retire toda esa basura que he acumulado, para que, mi cuerpo y alma, todo yo, sea el Palacio de Dios, limpio, iluminado y espacioso, donde habite su Gloria, y yo experimente su paz y amor, para transmitirlas a los demás. Esto me puede ayudar a hacer una buena confesión ante un sacerdote, para recibir la absolución. |
“Que todos te conozcan y te amen es la única recompensa que quiero”. M. María Inés Teresa (Beatificación 21-abril-2012)
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