jueves, 16 de octubre de 2014

16-oct-14. Evangelio de hoy (Lc 11, 46-54). TENER A CRISTO EN EL CORAZÓN. Hoy celebramos a santa Margarita María Alacoque y a san Gerardo Mayela. Lc 11, 47-54. Jesús reprende a sus contemporáneos porque teniendo el ejemplo de sus ancestros no se convierten a Dios y siguen con su mal proceder. Sus contemporáneos en lugar de meditar sus palabras y reconocer la verdad de ellas y cambiar de vidas, se aferran a su error y siguen maquinando sobre la manera de acusarlo y asesinarlo. Un refrán dice que “el que no oye consejo, no llega a viejo”.

¿Cuántas veces, quizá nuestros papás, abuelos o alguna otra persona nos habrá dado algún consejo o incluso alguna reprimenda para ayudarnos a ser mejores? Y ¿Cuántas veces, nosotros en lugar de agradecer la orientación nos habremos enojado y rechazado la orientación, enfrascándonos más en nuestro capricho o mal proceder? ¿Qué consecuencias tuvieron esos errores nuestros? ¿Habremos actuado así, incluso ante la Palabra de Dios y sus mandatos? ¿Escuchamos y hacemos vida las enseñanzas de Jesús? ¿Tenemos a Cristo en nuestro corazón?

¿Solo podemos aprender a ser mejores a través de llamadas de atención? ¡Afortunadamente no! Contamos también con los buenos ejemplos que podemos conocer y asumir, como es el caso de los santos a los que hoy recordamos Gerardo Mayela y Margarita María Alacoque, ellos, al igual que todos los santos nos ayuda a TENER A CRISTO EN NUESTRO CORAZÓN.

Ambos se sintieron profundamente amados por Dios y lo amaron; y en consecuencia amaron a los demás. No solo se esforzaron en ser mejores, sino que ayudaron y siguen ayudando a que los demás conozcamos a Dios, el amemos, le demos a conocer y amar, nos esforcemos en ser mejores y ayudemos a que nuestro entorno sea mejor. Ambos experimentaron un fuerte amor por Dios y por la salvación del género humano.
Margarita María Alacoque, 1647- 1690. De la Orden de la Visitación de Santa María.
Gerardo María Mayela (1726 –1755). Religioso de la Congregación del Santísimo Redentor.


Lc 11, 47-54: “En aquel tiempo dijo el Señor: "¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos los perseguirán y matarán"; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Si, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, juristas, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros que no habéis entrado, y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!" Al salir de allí, los letrados y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras”.

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