jueves, 16 de octubre de 2014

(10-oct-14) EVANGELIO DE HOY (Lc 11, 15-26)
“EL QUE NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA”. El ser humano, hombre o mujer, tiene necesidad de darle sentido a su vida y solo en Dios lo puede encontrar y en Él saciar su necesidad de trascender. 

El ser humano constata que todo lo que ve y en lo que puede poner su felicidad es efímero, incluso su propia vida y la de sus seres queridos, por lo que sobre el sentido de su vida, elabora creencias a partir de su observación o de su imaginación. La intervención de Dios en la historia humana, con la encarnación de su Hijo único es una manifestación de su amor. La muerte y resurrección de Jesucristo son la constatación de su divinidad y la expresión más grande de su amor y de su poder, además de ser signo claro de la trascendencia eterna a la que somos llamados.

San Agustín afirma: “nos has creado para Ti, Señor, y nuestra alma no descansa hasta que se encuentra Contigo”, de tal manera que para superar la idea o el sentir de algunos que considera que “la vida es una pasión inútil”, es importante saber que ningún cosa, persona o amor efímero puede darle sentido pleno de trascendencia a su vida, sino que es fundamental que nos encontremos con el amor humano y divino de Jesucristo, y que lo aceptemos en nuestro corazón, pues sólo en Él hallamos el sentido pleno de nuestro diario vivir.


Aceptar a Jesucristo en nuestro corazón y dejarnos conducir con Él, teniendo sus mismos ideales, posibilita que todos nuestros momentos agradables, lo mismo que los más tristes y desafortunados tengan un sentido. Con Jesucristo, podemos “recoger” todas nuestras experiencias, “positivas” y “negativas” y darles un sentido. Sin Jesús, nuestra vida se “desparrama” como un río fuera de su cauce, que en lugar de genera beneficios, destroza lo que encuentra a su paso.
Señor, cansado(a) de tantas veces que he “desparramado” mi vida y que “la he regado” quiero encontrarme Contigo y te pido que me des la paz que sólo Tú me puedes dar, para “recoger” las experiencias de mi vida, las más tristes y amargas, así como las más felices y exitosas, para ponerlas delante de Ti y entregártelas. Cada una de ellas, me generó dolor o alegría y en su momento fue importante, pero hoy, delante de Ti, ya no lo son. Ta abro las puertas de mi corazón, te entrego mi vida, y te pido me acompañes e ilumines en mi diario vivir, hasta llegar un día a disfrutar de tu presencia en la vida eterna que Tú nos das.

Lc 11, 15-26 “En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: "Si echa los demonios, es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. El, leyendo sus pensamientos, les dijo: "Todo reino en guerra civil va a la ruina, y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo hecho los demonios con el poder de Belzebú; y si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero si yo echo les demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: "volveré a la casa de donde salí". Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio".

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